ESPAÑA
Política
Más madera

Las CCAA temen un "aluvión de aranceles" de Trump a España

Se preparan para una dura guerra comercial en sectores como el agrícola, la industria alimentaria y la automoción, más aún después de que el presidente de EEUU señalase a España

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.EUROPA PRESS
PREMIUM
Actualizado

En sus primeras horas como presidente 47 de EEUU, Donald Trump firmó una montonera enorme de órdenes ejecutivas para aniquilar todo lo posible el legado de Joe Biden y para marcar perfil rupturista y extremo. Sin complejos, o sea sin cortarse un milímetro en el pavoneo delante de sus minions billonarios. Sus planes son completamente antagónicos a lo que reclaman -en las encuestas y en las urnas- los ciudadanos españoles. En España hay consenso ante la evidencia científica del cambio climático, en España hay consenso en que este país, como EEUU, es lo que es precisamente gracias a la inmigración, y no a pesar de ella. En España, el proteccionismo es cosa de un pasado gris oscuro, color NO-DO.

Aquí sólo Vox jalea al presidente estadounidense, aunque el efecto luna de miel le durará a Santiago Abascal lo que tarde el magnate en imponerle aranceles al campo español. Ésa es su papeleta y ése es su papelón. Más allá de eso, si hay alguna analogía entre la situación actual de ambos países, quizá es que en España también se ha amnistiado a los sediciosos, aunque los nuestros no llevaban cuernos de bisonte. En lo demás, hablamos de dos universos políticos que emiten en frecuencias distintas.

Y sin embargo, Trump resulta divisivo en la política española. Ayer, a bocajarro de su investidura, y como ya es tradición, empezaron a volar los cuchillos a diestra y siniestra. Mientras el PP acusaba a Pedro Sánchez de haber sembrado la discordia como Zapatero con Bush, y de darle alas a la guerra comercial que se avecina, el PSOE comenzó a españolizar la batalla ideológica que quiere librar el magnate neoyorquino con el resto del mundo occidental, singularmente con Europa. Esa costumbre tan española de ponernos el mundo por montera sin que nadie nos lo pida. No han pasado ni 48 horas desde el Inauguration Day y en Ferraz ya pintan a Feijóo con pelucazo amarillo y bronceador naranja. Todo en orden.

Pero hay algo en lo que coinciden quienes gobiernan, tanto en las autonomías como en el Ejecutivo. Y es en que la amenaza de Trump a España es real. Aunque confunda la «s» de Sudáfrica con la de Spain y meta la pata con los BRICS, el señalamiento a España por su bajo gasto militar y por los precios de sus productos es real. Diversos presidentes autonómicos del PSOE y del PP consultados por este diario coinciden en que se avecina «un aluvión de aranceles» al campo, a la industria agroalimentaria, a la automoción, a los servicios, a las fábricas de componentes...

Andalucía, la Comunidad Valenciana, Castilla y León, Madrid, La Rioja, el País Vasco, Castilla-La Mancha, Navarra o Cataluña serán de las comunidades más afectadas. No esperan un golpe global ni esos arenceles del 100% con los que amenazó Trump el lunes, sino un ataque directo a varios sectores que compiten muy bien en precios con los productos estadounidenses. Como por ejemplo el queso, el vino, la aceituna o el aceite -que cayó hasta un 60% en el mercado de EEUU en el anterior mandato-. O los coches. O los químicos.

«Los aranceles ya nos hicieron daño en el anterior mandato de Trump», reconoce uno de los barones populares afectados. «No es una buena noticia que gobierne Trump», opina. «No es bueno para Europa ni para la economía española, sobre todo en la agroalimentación y la automoción».

En Madrid, Isabel Díaz Ayuso optó por saludar al nuevo shérif mundial con alharacas y aseguró que ella se encargará «personalmente» de demostrar que España no es un país como los BRICS. Miguel Tellado dijo que el problema es que «la percepción internacional de que Sánchez no es fiable». En Andalucía, Juanma Moreno intentará rebajar la factura agraria, y en Castilla y León Alfonso Fernández Mañueco mira ya de reojo al vino de Ribera del Duero y a su industria automovilística, potente como la de la Comunidad Valenciana.

«Los primeros meses van a ser muy complicados, por el aluvión de aranceles», asegura otro dirigente del PP, un partido que no temen tanto el apoyo de Trump a Vox como de Musk. Eso sí, «los pelotas no gustan en EEUU», avisan a Abascal.

Pilar Alegría definió ayer a España como «un socio fiable», pero el Ejecutivo teme una venganza. En Castilla-La Mancha, gobernada por Emiliano García-Page, temen los aranceles al producto estrella de la región. «Nos afectaría mucho en el queso manchego, pero no tanto en el vino», aseguran fuentes cercanas al barón socialista. «Va a ser una guerra comercial dura. Si Trump cumple su promesa de meter aranceles que dupliquen el precio de los productos, será muy complicado. Si se propone hacernos daño, nos lo va a hacer».

Por eso en el PP reclaman que haya una negociación conjunta de la UE, para que no triunfe la división que quiere inocular Trump. Lo tendrá difícil con su socio Abascal volcado desde Patriots en la estrategia de trumpizar la UE. De MAGA a MEGA: Make Europe Great Again, con ayuda de Víktor Orban en Hungría o la AFD pseudonazi en Alemania. Y Nigel Farage enturbiando desde Londres. ¿Y Meloni? Quiere establecer una nueva special relationship, pero haría mal en no escuchar a Antonio Tajani, que aboga por unir fuerzas en la UE.

Porque la segunda presidencia de Trump, con todo su resquemor a cuestas, se nos anticipa más peligrosa e impredecible que la primera. El cómico John Mulaney lo definió muy bien: «Es como si hay un caballo suelto en un hospital». Puede que no nos pase nada grave, pero también puede pasar de todo.

Jonathan Pie... y la izquierda MAGA

El cómico y brillante analista británico Jonathan Pie ha dado en la tecla: el auge del movimiento MAGA es, en gran parte, culpa de sus rivales: «Ser de izquierdas iba de libertad de expresión y de cerrar la brecha entre ricos y pobres, pero la élite progre decidió abandonar de forma masiva la lucha de la clase trabajadora y aliviar la culpa que sentían cada vez que evitaban mirar a los ojos a otro sintecho... pidiendo baños de género neutral en sus centros locales de artes».

Rob Riemen... y los tecnoevangelistas

Muchos años antes de que Sánchez acuñase la «tecnocasta», el filósofo holandés Rob Riemen, referente europeísta, ya hablaba de «tecnoevangelistas», alertando sobre la idolatría del número. Cuando el criterio único como sociedad es el del rendimiento económico, nos situamos de inmediato a merced de los excesos. Musk, o sea. Y la civilización humanista radica, precisamente, en la capacidad de decir «no». No a que las bajas pasiones rijan el mundo.